jueves, 3 de octubre de 2013

Erre que erre








—Préstame la guitarra— fueron sus primeras palabras. Elena tenía cierta fijación por lo imposible, si algo destaco de ella diría que la tozudez. 
Era Noche Vieja de mil novecientos sesenta y cincoEn la radio del coche sonaba My Generation de «The Who», mientras, eotra parte de la ciudad, en el club «La fuga», esperaba el resto del grupo afinando los instrumentos para tocar en el cotillón. Ella, en el trayecto, canturreaba la canción con la cabeza apoyada en la ventana a la vez que jugueteaba con un mechón de su cabello. 
—No habrás dejado la guitarra atrás con las prisas… 
— ¿La guitarra? No…Ya me ocurrió una vez… y dos ya son muchas. Pero gracias por recordármelo— Despegué una mano del volante y le acaricié la mejilla con suavidad. Estaba más hermosa que nunca. Los deseos por besarle hicieron que me olvidara de la conducción. 
— ¡Luis, ese coche…! 
Y eso es lo último que recuerdo.  
Cada día iba a tocarle los acordes de aquella melodía junto a la cama del hospital hasta que, por fin, despertó del coma. 


Sí Doctor, me estrelló la guitarra contra la cabeza porque no soportaba más aquella musiquita. Pero lo hizo con amor. 



Esperanza