domingo, 26 de enero de 2014

Aguja y esparto




Acto primero y único

Patio andaluz sevillano de principios de siglo XX. En el lateral izquierdo, frente al espectador, una fuente rodeada de macetones. Más al fondo, junto a una escalera de ladrillos de barros cocidos y baranda de caracoles pintada de verde, asoma las ramas de un ficus mientras hace las veces de parasol. Las paredes encaladas sostienen como zarcillos decenas de macetas con cintas, geranios, gitanillas y príncipes. En el centro del patio, hállense cuatro mujeres: a un lado la madre, y al otro las hijas y una sobrina. Forman corrillo en torno a un  botijo verdino de agua fresca. Es la hora de la siesta y del bordado.

(Al levantarse el telón hay silencio en la escena que es interrumpido por una de las jóvenes que parece inquieta.)

Joven: Yo no lo entiendo. (Se levanta con brío y deja a un lado el bastidor). No entiendo por qué tengo que estar bordando un pañuelo cuando no sé si algún día alguien lo usará. Vaya costumbre más absurda la de bordar el ajuar.

Madre: Tú lo único que tienes que hacer a tu edad es bordar y callar.

Joven: ¿Bordad y callar? Pues no quiero estar callá y bordando el resto de mi vida.

Madre: Bueno pues habla, pero no pierdas puntá.

Joven: ¿Qué no pierda puntá? ¿pero qué prisa tengo? A ver, dígame usted... ¿para quién es ahora este noveno pañuelo?

Madre: En ese vas a grabar... Ramón.

Joven: ¡Pero si Ramón fue el primer nombre que bordé! El segundo Leopoldo, el tercero Enrique, el cuarto Anastasio, el quinto...

Madre: Vale, vale...pues entonces Nicodemo.

Joven: Pero…madre ¿conoce usted algún Nicodemo en el pueblo?

Prima: Sí. El barbero del convento, que tuvo un tío marqués.

Hermana: Pero ese está bien entradito en años... ¡y es sarasa! 

(Risas de las demás)

Madre: ¡Niñas a callar y a bordar! Vosotras no tenéis entierro en esta vela.

Joven: Querrá decir ¡vela en este entierro!

Madre: ¡Ni vela, ni entierro, ni niño muerto. Yo bordé casi todos los nombres del santoral hasta que conocí a vuestro padre y nunca me impacienté tanto como vosotras!

Joven: ¿Y de qué le sirvió bordar tantos nombres castizos... si al final se casó usted con un polaco que no tenía donde caerse muerto?

(Todas ríen excepto la madre, que espera enfurecida a que cansen de reír las muchachas.)

Madre: Si no hubiera conocido a vuestro padre, bonitas urracas,  no hubierais nacido ni tú ni tu hermana. O por lo menos no seríais hija de vuestro padre, y a saber si seríais hembras en caso de ser hijas de otro hombre. Podríais haber nacido varones o no haber nacido, ¡simplemente!

Joven: Desde luego madre que me ha dejado usted boquiabierta y no sé qué contestarle.

Madre: ¡Pues sigue bordando!

Joven: ¡Eso! Que no. Que me niego a seguir bordando. Que ya estoy harta de aguja pa´rriba y agua pa´bajo. Si se dijera que cada pañuelo que borde a una misma persona más probabilidad hay de conquistarle..., pues yo le bordo pañuelos, calzones, camisas, y... por su cuerpo, en todo los rincones, así de pequeñito... (hace gesto con los dedos) así, le bordaría las iniciales de su nombre. Pero esta vez sin aguja, esta vez lo grabaría a bocaditos...

(Vuelven a reír todas excepto la madre.)

Madre: ¡Esta hija mía no tiene arreglo! Pero niña...qué poca vergüenza tienes. Una vez... ya probaste la alpargata de esparto... pero parece que no te sirvió.

Hermana: Y cómo se reía...Le daba usted con la parte que no dolía y... si lacia se ponía la alpargata, más lacia se ponía la niña de la risa.

(Risas de las muchachas).

Joven: Pero no vaya a probar ahora con la cuña... que le leo el pensamiento. Mire, madre, ya me pueda casar yo con un aparcero o el Marqués Mataliebre, que yo no bordo ni un pañuelo más. El que venga a mí lo querré con lo que traiga, es decir, con todo lo que tenga o no tenga. Ya tendré tiempo de colocar su nombre hasta en la suela de sus zapatos. Pero yo, desde ahora, por esta que está aquí, (señala una rana disecada dentro de una caja) prometo que no pongo sobre mi falda ni un bastidor más. (Va al centro del patio y comienza a dar vueltas mirando al techo con los brazos alzados) Ya la vela del patio se recoja para que entre la luz e intente aclararme las ideas, ya refresque la tarde y caiga un chaparrón de barro del Sahara, ya más confortada me encuentre en este caluroso día de verano... que no me hará cambiar de opinión. Yo, desde ahora, dejo la confección.

( Mira a su hermana y a su prima que sonríen con la cabeza agachada sin dejar su tarea. La madre, que taconea con una pierna a punto de ser volcán en erupción, sostiene la mirada de la joven que, sin mediar palabra, coge su bastidor y vuelve a sentarse.)

 TELÓN