miércoles, 23 de abril de 2014

El misterio de Adolfo



Adolfo no fue muy conocido, jurídicamente no llegó a ser persona, pero recibió el respeto y el cariño de la  familia y sus vecinos. Mi tía abuela, que ahora cumple los noventa y uno, lo recuerda como uno de los mayores misterios de su infancia, tal la existencia del "Tío Martinito", "El Sacamantecas", "La mano negra" o el mismísimo "hombre de la capa".

         Él, Adolfo, sin ser conocido, siempre estaba en boca de todos. Era doméstico tema de conversación. Imagino el espectáculo esperpéntico en su casa el día que vino al mundo. Mi tía, mujer cariñosa, sabia y fan exclusiva de Manolo Escobar y de Dios, con una envidiable naturalidad que demuestra nuestra substanciosa distancia generacional, comenta que tuvo ocasión de ver a más de un Adolfo bajo el nombre de Rosa, Manuel, Enrique o Petronila, guardando de todos casi el mismo recuerdo.

Días antes de enterarme de estos hechos, casualidades de la vida, mi abuela paterna también estuvo recordando la existencia de un Pepe o Juan similares a Adolfo en las casas de algunas vecinas.

        Y es que... da un poco de grima seguir escribiendo sobre un tema tan escabroso. Soy víctima de los nuevos tiempos. Así que les dejo su imaginación para continuar. Sólo decirles que en casa de más de un conocido vuestro habría un Adolfo o feto enfrascado en etanol, por miedo hacia algún tipo de represalia divina o por simple costumbre pagana.

        Cómo cambian los tiempos...¿verdad? La muerte es tan natural como la vida, y, sin embargo, vivimos como si nunca nos fuéramos a morir. Nos hacemos posesos de lo tangible y de lo intangible, y digo intangible porque hay quien quiere incluso apoderarse hasta del pensamiento de la persona a la que se supone que ama. Y no digamos del pánico que nos da hablar de ella...cosa que antes se hacía con total naturalidad.

        Adolfo estuvo expuesto, dentro de su frasquito en el mueble bar a la vista de todos, hasta el día en que lo enterraron junto a su hermana tras una muerte prematura. Así descansarían acompañados.
        
        La vida lo contempló y se hizo amiga de la muerte. Pero eran otros tiempos, como digo. Ahora nos dejamos llevar por creencias irracionales, por complejos, por los celos, por el qué dirán... Trivialidades que nos paralizan y, mientras, la vida pasa y nosotros nos enfrascamos como Adolfo pero con la diferencia de tener la oportunidad de romper el cristal y hacernos amigos del proceso vital gozando de las miles de oportunidades que se nos brinda para ser feliz. Teniendo gente que te quiere , aire para respirar y alimento, ya uno debe sentirse feliz. Lo que venga ha de venir. Donde abunda el hambre lo saben bien.

Esperanza Rodríguez "Vega de Carmona"